¿Para que regalarle un triunfo a Alberto?
¿Hay necesidad de que se trate ahora? ¿Acaso no bastaría con que lo aprueben los Diputados, en donde hay mayoría para que salga, y esperar un tiempo para trabajar más el voto en el Senado? Hoy en la Cámara alta el Sí está entre dos y cuatro votos abajo. Han mejorado los apoyos a la despenalización desde 2018, por el giro del radical Juan Carlos Marino y la incorporación a la cámara de Martín Lousteau y Guadalupe Tagliaferri, que respaldan el proyecto. Pero es justo en esa bancada opositora, que tiene una buena cantidad de votos que alimentan el Sí, donde se plantean si es conveniente darle este triunfo al oficialismo. ¿Para qué? ¿Para que Alberto, que les niega el pan y la sal, vaya el 1° de marzo a la asamblea legislativa y les frote en la cara que él pudo sacar la ley, cuando habrá sido gracias a ellos, los opositores?
No sea que digan que por ahora no van a votar el proyecto, y lo hagan caer de nuevo, por conveniencia política y no por cuestiones de conciencia. En Juntos por el Cambio hay libertad de conciencia para votar lo que cada cual quiera, pero tampoco hay unanimidad para regalarle al oficialismo, de manera gratuita, el recurso del voto a favor del proyecto de Alberto. Estas decisiones dependen de conteos y de estimaciones cualitativas. Una encuesta que circuló el mismo día cuando el Gobierno mandó el proyecto, indicó que un 49,7% del público está en contra de la despenalización, y un 47,7% está a favor. El 52,5% de los consultados por la firma TresPuntoZero respondieron que tendría muy en cuenta la postura sobre el aborto de los candidatos, y el 40,9% contestó que le importaría poco y nada.
Vademécum para entender un debate difícil, acá y en todos lados
El debate sobre la despenalización sigue abierto, a pesar de que ha sido objeto de un largo tratamiento público. Es uno de los temas más y mejor discutidos por la sociedad. Para entenderlo hay que retener un vademécum:
1) Es una cuestión compleja, que hunde las raíces en cuestiones de principios religiosos y también políticos, no siempre de conciliación pacífica. En los EE.UU. sigue siendo un territorio dividido, y se vio con la última crisis en la composición de la Suprema Corte. Los cambios que siguieron a la muerte de la liberal Ruth Bader Ginzburg y su reemplazo por la conservadora Amy Coney Barrett abren el debate sobre la revisión de las leyes de aborto.
2) La despenalización tiene el apoyo de la población que la respalda, como un capítulo en la resistencia a la dominación del otro, la búsqueda de la igualdad y el ejercicio de la libertad. Desde allí hay que entender el apoyo de los jóvenes y también el oportunismo de los políticos, que lo plantean para buscar identificación con ellos.
3) En la Argentina los gobiernos desde hace décadas plantean el debate, porque divide de manera transversal a todas las fuerzas. Lo hicieron Menem, Macri y ahora Fernández.
4) La paridad de posiciones en la Argentina es una constante que no cambia mucho. La encuestas muestran que el Sí es una bandera de los sectores medios, laicos y urbanos; y el No se sostiene en sectores medios y bajos, del interior del país, la periferia de las grandes ciudades, y en donde la Iglesia tiene más predicamento. En el debate legislativo el No ha ganado por el peso de legisladores del interior, y no es fácil que cambien de opinión. En general es más fácil convertir a un verde en celeste que a un celeste en un verde.
Ni el Gobierno ni el FMI están interesados en frenar nada
Estas especulaciones son materia de largas discusiones en los cuarteles de Juntos por el Cambio, que están a la defensiva contra este envión para aplastar el fortín CABA, donde resiste la oposición. Larreta cree que hay que mantener a la fuerza lejos del debate sobre el aborto, pero apoyó el énfasis con el cual se le respondió a los senadores que acusaron al macrismo por el endeudamiento en su carta al FMI. Se quedaron sin entrevista con la misión del organismo. “Tampoco había gran pasión en concretarla. Mejor así. Primero se tiene que ordenar el Gobierno antes que sondear a la oposición”, explicó uno de los intermediarios de esa cita, que quedó pendiente. La misión quedó averiada por la peste, y también por la carta de los senadores. ¿Para qué hablar con la oposición si antes el oficialismo no se pone de acuerdo?
El Gobierno y el FMI saben que el año que se avecina no tiene grandes dificultades para el pago de lo que se le debe al organismo. Eso le quita interés a un cierre apresurado, que quizás el FMI pudo querer apenas asumió Alberto. Y menos con un gobierno que hace músculo –para ganar firmeza hacia adentro- criticando al organismo. Mejor esperar a que asuma el nuevo secretario del Tesoro de Joe Biden, presidente “proyectado” de EE.UU.
También sorprendió a los peregrinos del FMI la confianza del peronismo en las leyendas urbanas, como la que dice que el préstamo del organismo se lo dio Trump a la Argentina, para que Macri ganase las elecciones. Como si el dinero cifrara la suerte electoral de nadie, o como si Trump tuviera una confianza ciega en el resultado de las elecciones, que el mismo presidente argentino no tenía. Pero es habitual de este peronismo montar batallas sobre inventos del periodismo. Manda a hacer querellas y campañas contra el “lawfare”, una palabra inventada por la prensa para describir la judicialización de la política, algo que viene desde la antigüedad, o sobre la “mesa judicial”, otra ficción periodística. Molinos de viento, dirá un leído. Sólo existen en las fantasías de los periodistas.
(De la columna “La “rendición” de Jorge Brito, Donald Trump cristinista y el freno de Sergio Massa al aborto”, en Avant Premire de hoy, Clarín: – https://clar.in/3kYe7Do?fromRef=twitter)
Ilustración: La rendición de Breda o El cuadro de las lanzas, de Diego Velázquez: Justino de Nassau rinde la ciudad de Breda, en 1625, a las tropas españolas al mando de Ambrosio Spínola, quien recibe las llaves de la ciudad (Museo del Prado)