El debate sobre si pelear la presidencia de Diputados, en caso de ganar
Más allá de los argumentos en cada ocasión, la trama política está por encima. En 2009, la oposición del Grupo A prefirió que fuera Fellner y no uno de ellos, porque en la lista propia estaba un Felipe Solá, a quien no quisieron llevarlo a un cargo en la línea de sucesión. “No éramos un bloque homogéneo, teníamos al peronismo adentro”, explica uno de los negociadores de aquel momento.
En 2015 y en 2017, Monzó fue presidente de la Cámara porque el peronismo puso su nombre (y no el de otro) como condición para votar a un hombre de Cambiemos. Si no era Monzó, ponían a un PJ, porque ellos tenían los votos. “El peronismo tampoco estaba unido. Después de la derrota de 2015 estaban divididos y en 2016 tenían ya tres bloques”, recuerda otro rosquero.
Hoy Monzó aparece en la lista de la oposición, y hay dirigentes de Cambiemos que creen que él puede lograr de nuevo el apoyo del peronismo para presidir la Cámara, con un gobierno peronista. “Ahora volvemos a tener al peronismo adentro con Monzó o Frigerio, como en 2009 teníamos a Solá”, se escucha en los cuarteles de la oposición. Por eso prefieren no dar la pelea por el cargo.
En este sector están Horacio Rodríguez Larreta, Cristian Ritondo y algunos radicales como Mario Negri. Entienden que asumir la Cámara sería hacerse cargo de responsabilidades institucionales en medio de una crisis profunda en la que el peronismo busca salvavidas en donde los haya. Recuerdan que Antonio Cafiero fue víctima del gesto de haber apoyado a Raúl Alfonsín después de la derrota de 1987. En su momento avaló las medidas económicas que fracasaron, perdió la interna con Menem, la candidatura presidencial y hasta el plebiscito por su reelección como gobernador de Buenos Aires. La gobernabilidad ajena fue la tumba de su carrera política.
Elasticidades del destino
En la oposición también despuntan las previsiones poselectorales. Apenas se llegó el jueves al acuerdo entre el oficialismo y la oposición por una sesión Diputados el 26 de octubre, Julio Cobos, que es senador, se adelantó a anunciarlo como un logro propio. Lo hizo en un tuit que distribuyó antes que las propias autoridades del bloque de su partido en la cámara a la que no pertenece (se postula como candidato el 14 de noviembre). Desconcertó a muchos, pero quienes miran debajo del agua presumen que es un primer paso de Cobos por tomar posiciones para disputar un cargo en el bloque o en cámara.
Ya Martín Lousteau tiene una dignidad como vicepresidente del Senado. El radicalismo es, como todo partido, una banda elástica.Pero no sea que dos ex cristinistas de 2007 como Cobos y Lousteau -vicepresidente y ministro de Economía, actores principales en la novela de la 125, uno la creó, el otro la volteó- terminen encabezando ahora a la oposición en las dos cámaras del Congreso.
Esperar un turno presidencial en esa posición institucional es una ventaja formidable y es entendible que hagan movimientos de posicionamiento. Lo hacen con énfasis triunfalista porque el no peronismo presume que va a ganar. Contrasta con el aire derrotista que empapa al oficialismo. La capacidad giratoria la tenía hasta ahora patentada el peronismo con los Alberto y los Massa que giran cual perinolas. Te militan cualquier cosa con tal de estar arriba.
Pero nada puede extrañar si Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, designados por decreto por Macri en la Suprema Corte de Justicia, controlan hoy el poder judicial con un gobierno del peronismo, que designa los jueces desde 1983. Es la dimensión desconocida, en donde todo es posible.
(De la columna “Máximo Kirchner en soledad, la interna Sergio Massa vs. Juan Manzur y el efecto Jones Huala”, Avant Premiere, en Clarín de hoy – https://clar.in/3AQWRrV?fromRef=twitter)