La leyenda dice que le pidieron, como condición, que se afiliara al PRO. Es no entender al personaje, Lucila Crexell pertenece a la etnia de los Sapag, que domina el distrito Neuquén por encima del radicalismo y el peronismo. Ese poder se alimenta de petróleo y la habilidad para negociar en el borde de las diferencias ajenas, algo que va más allá de la política transaccional.
Se ufana con razón de su condición: “No soy una mina que entró por el cupo”, diría. Es una mujer que hace política hablando con los hombres, como su madre, la legendaria Luz Sapag. Mira y escucha sobre política desde que era una niña. Eso la acerca a una especie de los hijos y nietos del poder, que se tutean con el riesgo del oficio. Son materia de estudio en toda antropología política porque explican procesos que merecen un trato especial. Se pueden ir cuando quieren porque saben dónde está su casa. Es una verdad inconfesable de la política, que explica a los Frigerio, los Macri, los Larreta, los Suárez Lastra, los Pinedo, y más por allá, a los Roosevelt, los Frei, los Bush o los Kennedy.
(De la columna “Una oportunidad para el país federal”, Entretelas de la política, en Clarín Económico del domingo – https://clar.in/3n9HtDh?fromRef=twitter