- En sus prevenciones sobre la prensa, Alberto Fernández sigue la doctrina histórica del peronismo, que ha sido deslegitimar o capturar para sí a los medios de prensa y a sus profesionales. Algunos de sus designados del gabinete, ya presionan sobre los medios – aun antes de jurar en los cargos – para amortiguar comentarios que creen inoportunos sobre su persona. Lo hacen por la vía más canalla, que es presionar a las empresas para que controlen a los periodistas. Parece una aplicación práctica de la consigna “Sabelo Alconada”, que profirió de Alberto en su puja con el diario La Nación y Hugo Alconada Mon. Esa práctica busca inquietar a las empresas y a los editores para que, la próxima, le pregunten al periodista ante nuevas coberturas: “¿A ver qué has escrito vos ahora sobre Alberto?”. Es el último refugio de los canallas. Esa costumbre reedita el hábito del gobierno que terminó en 2015, que hizo de la manipulación de los medios una metodología refinada. En el archivo de la computadora de cualquier profesional que hubiera trabajado en esos años todavía están guardados los mensajes diarios que surgían de oficinas oficiales y paraoficiales indicándole a editores y periodistas amigos o no tan amigos sobre cómo debían enfocar las noticias. Siempre para halagar a los funcionarios.
- Ese método viene del peronismo más autoritario de 1946-1955, y el nuevo gobierno tiene la oportunidad de superarlo. Sabelo Alberto. Ha repetido durante la campaña las patrañas de la falacia manipulatoria, como que los medios “le hacen” la cabeza a la gente o que las empresas les indican a los periodistas lo que tienen que escribir. Es cierto que cuando se alejó del gobierno en 2010 fue crítico de las presiones hacia los medios. Algún enredo con medios tuvo en el caso Banelco, cuando auspició la denuncia de Pontaquarto que al final desbarató la justicia durante un largo juicio. Pero estuvo lejos de las principales atrocidades del cristinismo con los medios, como la denuncia de aquel gobierno contra periodistas por presunto uso de información secreta. Fue un agravio que también desbarató la justicia, pero hirió al prestigio de profesionales y también al de aquel gobierno. Ya en el llano, después de 2008, Alberto tuvo relaciones neutrales con la prensa. Se prestó a diálogos como fuente con amplitud. Es la experiencia de esos años que conviene a todos que conserve en el cargo de presidente.
- Si Alberto es, como parece, un nuevo capítulo de la siempre demorada renovación del peronismo – de la que fueron pioneros dos de sus ministros, Ginés y Felipe, que integraron hace 32 años el gabinete provincial de Antonio Cafiero – tiene oportunidad de abrir un nuevo camino en las relaciones del gobierno, el Estado y los medios. No lo ayudan los antecedentes del primer Perón, que incautó medios, censuró, “compró” radios y encerró en un puño a la opinión pública. En1973 estatizó televisiones, mandó a que la CGE ordenase a empresarios a no poner avisos en diarios (como Clarín). En 2003 Néstor Kirchner lanzó una campaña de deslegitimación de todos los foros de formación de políticas, entre ellos la prensa. Fue una política para reforzar la baja legitimidad de su poder, basado en una derrota electoral con algo más del 22 % de los votos. Si su legitimidad era dudosa, aunque accedió por medios legales, no se le podía reconocer legitimidad a nadie, fueran la Iglesia, los sindicatos, las organizaciones empresariales, los partidos políticos, los boy scouts o los medios. La primera instrucción que les dio Néstor a sus funcionarios fue la prohibición de mantener conversaciones off-the-record con periodistas. La transmitió on-the-record el secretario de entonces, Oscar Parrilli.
- El gobierno de 2003-2015 consintió, y en algunos casos alentó, los agravios a periodistas que consideraba críticos y no los protegió de agresiones de activistas para oficiales. El ciclo terminó en la ley de medios audiovisuales de 2010, y el manejo de medios amigos siguió el mismo camino. La oposición de aquel momento respondió con leyes de protección de los medios en distritos en donde gobernaba. Es el caso de la CABA, que tiene hoy esa norma vigente y que puede activarse si vuelven las agresiones a las empresas. Esa mirada tampoco le funcionó nunca al peronismo, siempre terminó mal, porque creer que los medios controlan a la gente, que crean el “sentido común”, o que orientan el voto, es una falacia. Si fuera por el clima previo a las PASO en los medios, Macri hubiera ganado 9 a 1; si fuera por el clima previo al 27 de octubre, Alberto hubiera ganado 9 a 1. Todas fantasías 1) para deslegitimar a la prensa como la voz de quienes no tienen voz; 2) para que algunos hagan dinero en el tan rentable negocio de vender humo. Tampoco es algo exclusivo del peronismo. Los religiosos de todas las confesiones – primero de todas, la Iglesia católica – piensan lo mismo y por eso controlan el discurso (lo intenta, pero no les sale). También los autoritarios de todo color. Richard Nixon inauguró en Estados Unidos la persecución a la prensa con los papeles del Pentágono y el Watergate, y abrió un nuevo camino de captura de la prensa que se globalizó como otros inventos norteamericanos. Los sistemas autoritarios han desarrollado desde hace más de un siglo a través del manejo de las escuelas de periodismo y los intentos de colegiación. La mayoría de las escuelas de comunicación de los países de la región forman profesionales entrenados en la doctrina de que las empresas periodísticas son el mal, que manipulan conciencias y que expresan intereses comerciales. Esto busca generar periodistas que prefieren trabajar para gobiernos y empresas, y no para medios privados. A veces lo logran. La experiencia en tareas editoriales enseña que desprogramar de oficialismo a un egresado de una escuela privada o estatal de periodismo y comunicación lleva, por lo menos, dos años de trabajo. Conspira para rehabilitación que en la Argentina, desde años, el Estado y las empresas pagan mejores sueldos que los medios privados.
- El documento Aportes de Equipos Técnicos de la Unidad es la plataforma del Frente de Todos. Lo elaboraron los grupos que coordinó Ginés González García desde la sede del PJ de la calle Matheu. No contiene una sola palabra sobre la política de medios que desarrollará el nuevo gobierno. Sólo se ha adelantado la designación del cineasta Tristán Bauer como secretario de medios, pero sin injerencia en la prensa, que estará a cargo de Francisco Meritello. Es el administrador del diario partidario Página 12, del grupo del sindicalista de los porteros Víctor Santa María. Es además el cuñado de Gustavo Béliz, a quien ha acompañado cuando éste ocupó cargos públicos. Como el peronismo tiene doctrina explícita sobre los medios, es llamativo que ese documento no tenga una sola referencia a la política de medios audiovisuales.
- La ley de medios audiovisuales fue derogada por varios DNU de la administración Macri de 2016 que están apelados en la Suprema Corte de Justicia. El peronismo bloqueó el año pasado la sanción en Diputados de un proyecto de fomento de Despliegue de Infraestructura y la Competencia de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICS). Pasó en el Senado, pero diputados lo hundió porque entendió que favorecía a grupos “hegemónicos”, eufemismo para designar al grupo Clarín. También por iniciativa del gobierno de Macri se aprobaron el año pasado una serie de normas que levantaron restricciones del gobierno de Cristina sobre medios gráficos, como la ley 26.736 sobre la fabricación, comercialización y distribución de pasta celulosa de papel para diarios. En el tratamiento de ese proyecto en el Senado, Cristina de Kirchner dio un discurso virulento que denunció blindaje mediático para Macri, condenó las fake news en su contra y pidió más regulaciones. En esa sesión tuvo un cruce agrio de discursos con Miguel Pichetto. En el presupuesto actual – el mismo que quiere prorrogar Alberto cuando asuma, se aprobaron ventajas fiscales a medios gráficos (arts. 99 y ss. de la ley 27467). ¿Qué hará el nuevo Senado, en donde el peronismo cristinista ahora tiene una mayoría holgada y un bloque unificado?
- Este clima de sutiles enfrentamientos se solapa con cambios de fondo, en donde se superponen las capas tectónicas, al igual que en los tsunamis, maremotos y terremotos. Por de pronto, desaparece el alambique que destilaba información tramposa desde la casa de Gobierno, y que administra la narrativa del ciclo que se cierra. Operó, como en todos los gobiernos, en mesas de difusión de noticias del tipo “Macri está en su mejor momento, dice uno de sus colaboradores más estrechos…”, etc. No tuvieron ni la gentileza de mencionar el autor de ese calificativo. Este alambique se cierra, y lo reemplazará el fortín CABA, que es donde se atrincherará la nueva oposición. Se va a notar la marejada, que es de noticias y opiniones, pero también de patrocinantes directos e indirectos de muchos voceros oficiales. En estos mensajes casi de despedida, el alambique peñista repite, cada vez en voz más baja, como HAL la computadora 2001 cuando le sacan las baterías: los votos son de Macri, y con eso sólo ya es el jefe de la oposición. Eso no es verdadero ni falso, es voluntarismo inoportuno, porque nace una nueva oposición que coincide con el debut de Cambiemos en Capital. Larreta ha tenido el ingenio de montarlo sobre una amplísima alianza que reúne al Pro, al radicalismo porteño – uno de los más importantes del país por la dimensión de sus dirigentes – a la Coalición Cívica, y a una miríada de agrupaciones que contiene al socialismo de Roy Cortina y otras tribus. La otra usina que pierde esta nueva oposición es la caja de la Provincia de Buenos Aires, que auspició buena parte del sistema radical de todo el país, a través de la generosidad de Daniel Salvador -alquileres, etc.-. Todo legal pero de una dimensión poco usual en la política.

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