La respuesta a este dilema pone en juego el destino político de Larreta. O gobierna o le gobiernan, cuando su distrito es la sede de la batalla del virus. ¿Debe enumerar los muertos, o a cuántos cura el sistema? La Argentina tiene una cantidad de muertos de las más bajas del mundo, y uno de los índices mejores de altas de pacientes – las altas de pacientes ya constituyen el 29,7% de las personas contagiadas; los fallecidos son el 2,2% de los contagiados. ¿Debe dinamitar su capital político en respuesta a una amenaza de futuro?
La Argentina es parte de un club de países que ha escapado hasta ahora al cataclismo, porque tiene una sociedad integrada y un sistema de salud eficaz. Superpone 24 “iomas” provinciales, las obras sociales sindicales, los prepagos médicos, el PAMI, el generoso Anses, el 60% del presupuesto dedicado al gasto. Con 21 millones de adultos, que viven con otros 19 millones de personas – 89% del total de la población (Kulfas dixit)- y pertenecen a un hogar en donde algún miembro percibe algún ingreso por parte del Estado. Hay agua y alimentos.
No es mérito de un gobierno, sino de una sociedad con cien años de construcción de un proyecto igualitario e inclusivo, que comparten las familias políticas que acaparan el 80% de los votos. Cuesta carísimo pero que sostiene un sistema que funciona y representa al público, que asegura educación y salud gratuita con pretensión de universal, algo único en el mundo. Es caro, y a veces feo por los indicadores que exhibe, pero es el mejor de la región. Además, tiene más plata, como el fondo anticíclico de la Argentina opulenta que ahorra en el colchón – US$219.000 millones según el informe del BCRA sobre formación de activos externos, pero unos US$500.000 millones según economistas privados. La Argentina es un país serio, que escapó a la crisis de liderazgos del resto del mundo que estalló en 2019, y que volteó sistemas a nivel global, y que es una de las causas de la pandemia. En medio de ese cataclismo enfrentó una elección presidencial de confrontación salvaje en lo ideológico -entre los Fernández y Macri-Pichetto-, sin que ocurriera un solo incidente de orden público o institucional. Sucedía al mismo tiempo en que caían muñecos emblemáticos de la derecha y la izquierda, como Piñera en Chile o Evo Morales en Bolivia. En esto la Argentina está más cerca del Uruguay o Noruega, y está lejos de esos paraísos de la desigualdad estructural que son Chile, Brasil, Perú, Venezuela, México, Estados Unidos, España, Italia, que estallan de cantidad de muertos. La CABA está más cerca del grupo VIP, y la provincia de Buenos Aires se parece más al de la exclusión. Ante de conocer lo que representa, un político debe saber a quién representa. El destino de Larreta se juega en la inteligencia de la diferencia. ¿Cómo vas a contar muertos? Contá a quienes curaste, chabón.
(De la columna “El país, al borde de quedarse sin Congreso “-https://clar.in/2AaIbdH?fromRef=twitter publicada en Entretelas de la política, en Clarín.com Economia)