Estaba en el tobogán, y no lo sabía. Se sentó solo en la última reunión del gabinete económico. Le preguntaron sobre el resultado del blanqueo y eludió el dato. ¿Cómo voy a decir aquí, ante una decena de funcionarios, lo que no decimos en una conferencia de prensa? Sólo les dijo que el resultado sería espectacular porque se habían abierto, hasta el 15 de diciembre, más de 220 mil cuentas bancarias para sincerar dólares. Le quedó claro al grupo que se reunió en la casa de Gobierno hace una semana, que el ministro quería adueñarse de esa noticia. Eso se sumó a cómo consentía Alfonso de Prat Gay las noticias sobre su salida del gabinete (se contó el sábado en Acomodando la estantería – Vía @iecoclarin – http://clar.in/2hhNdsv), algo que confirmaba la sospecha de que salían del propio ministro.
Macri, más florentino que nunca, se adelantó a ese portazo de marzo que haría a Prat Gay el héroe del blanqueo. Con una frialdad “que es más cruel que el odio” (Discépolo) lo invitó a almorzar en La Angostura y le dijo que será ministro una semana más. Un degüello en cuotas y de a pedacitos. Marcos Peña desencadenó todo en la mañana de ayer con una ronda de comunicaciones por teléfono a los “principals” del gobierno, mientras Macri se ocupó de decírselo a Elisa Carrió. Una manera de prevenirse de una respuesta hiriente para quien recuperó a Alfonso para la política “bien”, después de que fuera el jefe del banco Central de Kirchner-Lavagna.
Lilita, que estaba en Capilla del Señor organizando las reuniones de celebración de su cumpleaños – una serie de mini-fiestas indicadas por su salud – preparó una comunicación de prensa que consultó antes con su lugarteniente, el jefe del bloque de la Coalición, Fernando Sánchez, que estaba en el Chaco. Convalidó los cambios.
La salida del ministro fue el final de una seguidilla de desaires. Algunos importantes, como la modificación del proyecto de blanqueo y el de ganancias. Prat Gay se opuso a la primera versión de la iniciativa porque era muy generosa. No hay que premiar a los tránsfugas, fue su dictamen. Le hicieron caso en parte, pero lo desairaron cuando ya era ley, con el decreto reglamentario que abrió el sistema a los parientes de los funcionarios.
En Ganancias hizo un proyecto que dijo era más “progresivo” y que llevaba la alícuota al 45% de los sueldos más altos. Le dijeron que no y se enojó. Tanto que en la jornada previa al envío del proyecto oficial dijo: “Éste no es mi proyecto”. Eso terminó de arruinar la relación con Rogelio Frigerio, el verdadero superministro del gabinete. Prat Gay tenía en Hacienda al ex diputado kirchnerista Gustavo Marconato, a quien había conocido en el Congreso cuando éste era presidente de la comisión de Presupuesto. Lo llevó al asumir en 2015, para que montase un control de las relaciones con las provincias, desde una secretaría de Estado. Fue cuestión de días para que entrase en cortocircuito con Interior. Una más. Con Prat Gay también se va Marconato.
A esas mojadas de oreja hay que agregar otros agravios laterales, pero igualmente hirientes. Cuando se presentó la foto de la mesa de Cambiemos, hace un par de meses, uno de los caciques de la coalición lo invitó a sentarse en la mesa principal. Lo hizo, pero se le acercó un ujier y le dijo: usted no puede estar aquí, esto es para jefes de partido. Alfonso se fue a la casa.
En el año de gestión, el gobierno aprovechó los activos del ministro: alto prestigio en los mercados, imprescindible para el levantamiento del cepo y el cierre con los acreedores Griesa, sobresalientes capacidades dialécticas para explicar el programa hacia adentro, y hacia afuera. En las reuniones de gabinete nadie se animaba a contradecirlo.
Lo que cifró la salida fue el deterioro que produjeron algunos pasivos: 1) la jerarquía que el gobierno le dio a la cartera de Hacienda. En realidad, Prat Gay no era un ministro, era un subsecretario de alta gama. Nunca manejó la economía; por eso su salida es pacífica y sin repercusiones graves. 2) nunca mostró ser un team player. En esto contradijo dos de las tres consignas que les impuso Macri a los ministros: ojo con el ego, trabajen en equipo. La tercera (no roben) la ha cumplido (Ver “Macri Confidencial”, Ed, Planeta, pág. 242 y siguientes). Algún intento hubo de domesticarlo para que jugase en grupo. Intervino Gustavo Lopetegui buscando alguna flexibilización de tanto personalismo. Llamó al economista Javier González Fraga, mentor de Prat Gay. Éste suele decir que en la universidad sólo le puso 10 a dos alumnos (terrible mezquindad): al ministro y a Martín Lousteau. Pero que nunca los había podido juntar por el tamaño de sus egos. No funcionó esa ayuda terapéutica.
En el balance, perdió el ministro. No manejaba la economía y una salida no sería traumática. Además, como le dijo Peña a varios interlocutores de ayer, “lo vamos a contener”. ¿Una embajada para que espere en el banco para un segundo llamado? Siempre Alfonso quiso ser canciller. Si prospera la andanada dentro del gobierno contra Susana Malcorra, eso será en marzo, porque en febrero Macri viaja a España y la ministro, que allá funciona como española, está a cargo de ese compromiso. Una embajada es difícil. Prat Gay es amigo personal del rey Felipe VI, pero Ramón Puerta está seguro allí. Londres, en donde vivió, está en manos de un profesional que entendería. Estados Unidos, a la altura de la idea que Prat Gay tiene de sí mismo, está en manos de Lousteau, que tiene agenda política abierta por su proyecto político en la Capital Federal.
La salida confirma algunas variables políticas del macrismo. Macri lo admira por el prestigio profesional y social, pero no le sirve el producto que ofrece, un keynesianismo social cristiano a lo Lavagna. Siempre escuchó más a Federico Sturzenegger, a quien conoce menos. Le hiere el narcisismo y el oportunismo de Alfonso, que no es un político; es un funcionario que para algunos busca protegerse de un fracaso, como en su momento hizo Chacho Álvarez. Se salvó de dos sillas eléctricas- Néstor Kirchner y Elisa Carrió -, y habrá temido un colapso de Macri. Según esta percepción crítica de su persona, no se podía esperar que diese una gota de sangre por el gobierno.
Desde la percepción de Macri, Prat Gay es un funcionario que tiene vocación de servicio público, pero a quien no le costó mucho convivir con Domingo Cavallo, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Lilita Carrió, Victoria Donda o Humberto Tumini. Buscó ser candidato en 2013 de Unen, como se cuenta en “Macri Confidencial”, esperando en un bar a que pasase Julio Raffo, que era el armador de Pino Solanas. En cuanto a ideas, Macri está lejos del fondo social-cristiano del renunciante. Para keynesiano repartidor está él, y eso lo mide la política. Como ocurre con María Eugenia Vidal, abrazada a Mario Ishii y Eduardo Duhalde.
Con la decisión, cumple además Macri con el método de darle ministerios a los radicales. Nicolás Dujovne actúa en los arrabales de la UCR y se suma a la lista de los correligionarios que tienen los ministerios más importantes del gabinete: Agricultura, Comunicaciones, Defensa, Medios, Enacom, Salud, Cancillería.
Una explicación en diálogo con Jorge García por radio El Mundo.
https://ar.radiocut.fm/audiocut/ignacio-zuleta-con-jorge-garcia-en-radio-el-mundo/
Otra con Marcelo Mendieta. tambien por El Mundo:
Y la que hice por Mitre de Neuquén en La Cocina de las Noticias