El ex diputado nacional Raúl Rabanaque Caballero, uno de los “Copete” más famosos de la política criolla, cabalga de nuevo. Aparece como candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Ocupa el tercer puesto en la lista que encabeza Luis Delía. En segundo lugar, está la abogada Rosana Beatriz Mattarollo. La alianza lleva el nombre de Encuentro Popular por Tierra, Techo y Trabajo y lo integran el partido Miles y el Partido Comunista. La nómina no anotó candidatos a senadores y promoverá el corte de boletas para que sus seguidores pongan la lista de EP junto a la que encabeza Cristina de Kirchner.
Este grupo quedó afuera de Unidad Ciudadana por pedido de los intendentes del PJ que siguen a la ex presidente y que tienen cuentas pendientes con el dirigente piquetero. Éste ha sido concejal por la alianza UCR Frepaso, legislador por el Polo Social de Luis Farinello y ahora busca una banca abrazado a “Copete”, uno de los dirigentes de más larga trayectoria en la centro izquierda.
Rabanaque militó en el radicalismo intransigente, fue concejal por MID en la Capital Federal en 1973 dentro de la alianza Frejuli. En 1983 ya segundaba a Oscar Alende en el Partido Intransigente. Entre ese año y 1989 fue diputado nacional por el PI. En ese año ganó una banca de concejal dentro de la alianza del PI con el PJ. Allí animó un bloque PI-PSD (Partido Social-Demócrata) junto a Roberto Villalba que hacía la diferencia en votaciones clave junto al interbloque de centro que tenían Federico Pinedo y Roberto Azzaretto.
Ese fue el último cargo electivo que tuvo. Desde entonces se ha dedicado a la política de baja intensidad en el partido de Moreno, ligado en la última década a diversas tribus del peronismo bonaerense. En 2007 fue candidato a senador nacional por la Capital por la Democracia Cristiana, que apoyaba a Cristina de Kirchner en la reelección. Le pidieron que bajase la lista para no esmerilar la chance de Daniel Filmus. Delía, fascinado por la leyenda de Copete, lo sumó a la lista.
Rabanaque es hijo de un dirigente radical que ocupó la secretaría de Salud de la ciudad. En 1960 el intendente Hernán Giralt, con Raúl Rabanaque Caballero (padre) de ministro de Salud mandó a pasteurizar la leche que entraba a la Capital. Los lecheros se opusieron con una huelga diciendo que las usinas no darían abasto para pasteurizar el millón de litros que se consumían. Rabanaque mandó una inspección a la estación de Caballito, adonde llegaban los trenes cisterna y comprobó que en realidad entraban 700 mil litros y que el millón que se vendía era leche aguada.
Rabanaque guarda la memoria de más de 50 años de vida política. Ha sido contertulio de dirigentes como Fidel Castro y Liber Seregni. De boca de Fidel escuchó en La Habana la confesión del dictador cubano de que Perón era la personalidad que más admiraba. Fue un activista en la defensa de los derechos humanos en la APDH y formó junto a Simón Lázara una delas parejas políticas legendarias de finales del siglo pasado. Ha sido protagonista de grandes y pequeños acontecimientos de la vida pública.
Por ejemplo, fue testigo de un diálogo entre Ricardo Balbín, Oscar Alende y Antonio Troccoli. Fue cuando Alende y “Copete” fueron a ver a los dirigentes radicales, en pleno gobierno militar, para trasmitirles el interés de legisladores italianos en venir al país para reclamar el cese de la represión clandestina. En un pasaje de la charla Balbín, que había emocionado a todos en 1974 con la despedida de los restos de Perón con la frase “Este viejo adversario despide a un amigo”, le dijo a Alende: “Mire, acá tenemos que decir la verdad. Perón era un gran hijo de puta”.
En su haber está haberle “mangado” cien mil dólares a un embajador de Cuba para la campaña de Alende en 1983 – una rareza de la política eso de sacarle plata a un comunista, movimiento que está en la vereda de los pedigüeños – o haber reclutado hace décadas al ex juez de la Corte Raúl Zaffaroni para la frondicista UCRI. “Era un estudiante y mi padre, un médico que manejaba la salud en la Capital Federal, le dio un puesto como inspector de hospitales”. Sobre el mangazo cubano, Copete ha contado: “Me dieron una valija en un bar de Pampa y Figueroa Alcorta y se la llevé a Oscar Alende y nos dimos cuenta de cuánto era”. El embajador de Cuba le explicó que no era dinero de La Habana sino dinero personal de él. “He sido presidente del Banco Central de Cuba y me he sabido manejar bien con el sistema capitalista”, le confesó el diplomático. Alende, entusiasmado, le dijo que pidiera más. “¿Más?”, preguntó el cubano. “Hay más, pero hay que ir a Cuba. Aprovechá el aniversario de los 30 años del asalto al cuartel Moncada”. Y fue a Cuba con Athos Fava, que era presidente del PC y estaba en la alianza con Alende. Los recibió Fidel y les dijo: “¿Isabelita sigue manejando el peronismo? Quiero saberlo porque si es así el peronismo va a perder las elecciones. Sepan que al hombre que más admiro es al general Perón”, remató Fidel antes de irse. “Plata no trajimos de ese viaje, sólo recuerdos, como habernos encontrado en Santiago de Cuba con Gorriarán Merlo. De ahí, seguimos a Nicaragua porque teníamos la idea de mangarlo a Yaguer, dirigente peronista”.
Con Lázara, que era asesor y después vocero de Alfonsín, “Copete” compartió toda una biografía como insurgentes en la ortodoxia socialistoide de los años 60 y 70. Eso los convertiría años más tarde en personajes en clave del relato de Jorge Asís “El sentido de la vida en el socialismo”, que recogió la principal consigna de aquellos años para sumar prosélitos a esas aventuras del socialismo: “Prendete, que hay viajes”. Lázara estaba enojado desde hacía algún tiempo con Rabanaque, cuando éste le había reprochado en un viaje que hicieron a Varsovia (un congreso por la paz, seguramente alentado por el oro de Moscú) el estado del impermeable que vestía Simón. “Para ponerse ese piloto, antes hay que vacunarse contra el cólera”. La picardía verbal de “Copete” también lo mortificó porque debieron compartir habitación y los ronquidos de Lázara llegaban a la muralla china.
Se reencontraron el día en que Raúl Alfonsín visitó a Carlos Menem en la clínica en la que a éste le había operado de la carótida. Fue en octubre de 1993, pocos días antes del encuentro que dio origen al Pacto de Olivos. Lázara le manifestó a Rabanaque cierta inquietud pecuniaria que lo apenaba como herencia de la producción de un fallido programa de TV.
Eran pocos pesos y quizás, imaginó “Copete”, algún ATN podría ayudar al amigo. Se comprometió a buscar una solución y de ahí pasaron a lo importante: se tienen que reunir los amigos, no es posible que no se pongan de acuerdo, yo lo hablo con Raúl, y yo lo hablo con Carlos, qué Carlos, Corach, b.…, ah, Menem todavía no, hablemos nosotros antes.
Entre frase que va y frase que viene se preparó la reunión secreta de Olivos del 14 de noviembre, previo anuncio -sin admitirlo, pero con palabras herméticas que algunos entendieron- de Alfonsín a los suyos en la legendaria cumbre en la quinta de Ranelagh que nadie ha olvidado. En suma, un hecho de salud, sin preparación ni plan alguno, precipitó un vuelco en la historia por los elementos imprevistos que se pusieron en marcha. Según los estructuralistas, pese a estas anécdotas, Menem hubiera logrado la reelección por alguna vía. Según los protagonistas de esta trama, la mayoría todavía vive y hace política; Menem no la habría alcanzado sin la concurrencia de estos hechos que cambiaron la historia y que ocurrieron hace 20 años, en torno a una elección y con un frustrado, hasta entonces y hasta ahora, proyecto de reelección. También en esa trama estuvo Copete.