De cómo la informática abre las puertas a un infierno de controles
Es difícil que algún gobierno logre imponer una disciplina que persiga la utopía de que todos muramos en perfecto estado de salud. Pero es una oportunidad soñada para un poder que declina en todo el mundo, y que 2019 asistió a la caída de regímenes que parecían imbatibles, como la Bolivia de Evo o el Chile de Piñera, emblema de un sistema casi perfecto de democracia bipartidista. Ese año, previo a la peste, gobiernos como los de España e Italia dieron ejemplos de ingobernabilidad, el primer ministro de Etiopía ganó un premio Nobel de la Paz y en pocos meses recibía denuncias por más de 60 muertos en protestas. Y podemos seguir.
Que sobrevenga una peste que justifica atornillar el control social, es la salvación de los políticos. La política virtual retuerce más el cuello del cisne: la democracia se reduce a pulsar el “enter” o el “send” en un celular. Fin del debate. Se apaga la luz y se apaga todo. Ideal para una política en crisis, que no ignora que la informática es otra forma de control. No es una invitación al paraíso, sino un ingreso al infierno. Es la puerta de ingreso al capitalismo de la vigilancia, un movimiento que “busca imponer un nuevo orden colectivo basado en la certeza total”, que “expropia los derechos humanos críticos”, “usurpa la soberanía popular” y representa una “amenaza a la naturaleza humana en el siglo XXI como fue la del capitalismo industrial sobre el mundo natural en los siglos XIX y XX” (palabras de la especialista en negocios Shoshana Zuboff, de la universidad de Harvard, en su libro “The Age of Surveillance Capitalism”, Profile Books, 2019.)
De la edad de oro a la edad de cobre
Los baquianos del Congreso señalan diferencias de estilo. En Diputados, Massa tiene abierto el registro de nuevos amigos. En el Senado faltan los grandes trujimanes de la cámara que eran Miguel Pichetto, Ángel Rozas y Federico Pinedo. Maestros de la costura, eran un encanto para los acuerdos. Le sirvió al sistema durante años; no a ellos, que no lograron que sus partidos les renovasen la estadía en la banca. Pasaron del vértice del poder a su casa. Una advertencia sobre la eficacia del sistema, que desperdicia a quienes construye y los tritura, para remplazarlos por principiantes de mano enyesada a la hora de votar. En la nueva era, los bloques han perdido interlocución con la presidencia que Cristina heredó de Pinedo. Cuando más, los jefes de bloque llegan a la secretaría administrativa, que ejerce la pampeana María Luz Alonso. Las negociaciones son tête a tête, y nadie cuenta qué saca de cada charla con ella. Esa estructura sirve para recopilar información sobre las NIB (Necesidades Básicas Insatisfechas) de cada legislador. Pesarán a la hora de negociar cosas más importantes.
(De la columna La batalla por Vicentin, el centro de Carrió y desaire a un cafecito con Alberto – en Avat Premiere en Clarín de hoy https://clar.in/37BT7NW?fromRef=twitter)