“Trabajan para nosotros”, ríe la oposición
Si hubiera que imaginar una estrategia para complicarle más la vida a Cristina, los pasos que ha tomado Alberto pueden servir de inspiración. “Trabajan para nosotros”, se repitió mucho el jueves en el Centro de Exposiciones, adonde Macri presentó el libro de Pablo Avelluto y Hernán Iglesias Illa. Todas las señales agresivas del oficialismo han provocado una catarata de decisiones judiciales que han desairado la agenda del peronismo gobernante. Es indemostrable que no sea una respuesta corporativa al ataque del oficialismo. Si el objetivo era defender la causa de Cristina, o fracasó el Gobierno, o tiene sentido pensar en una racionalidad alternativa: que sea un objetivo oculto de los socios de ella en la trifecta, que no le vaya bien.
El producto de esta política es que los procesamientos se prolongan en el tiempo, y, salvo algún giro drástico -un indulto, por ejemplo- seguirá en los próximos años caminando por los tribunales. Se trata de mantener sus causas en función piloto y en situación de empapelamiento -en España llaman “empapelar”, desde hace siglos, a lo que acá los cursis llaman “lawfare”-. Titanic básico: si ella se salva, se hunden Alberto y Massa. Si ella se hunde, se salvarían sus socios.
Indulto, veneno sanador: como las vacunas
La palabra indulto es venenosa, pero lo han pedido Raúl Zaffaroni y Hebe de Bonafini. Los senadores del oficialismo reclamaron a los jueces una absolución, en una carta que puede valer para un indulto. El nuevo ministro reclama que los jueces hagan algo porque ella no tiene nada que ver. No dijo con qué. ¿Será Soria el ministro del indulto? Una medida así terminaría con el madrinazgo de Cristina sobre Alberto y Massa, pero ese matricidio requiere poder de quien lo firma, hacia adentro y hacia afuera. Un indulto tiene un alto costo político. Lo pagó Carlos Menem con el indulto a los militares, que le costó una división en el peronismo que había juntado 5 millones de votos en las presidenciales de 1995. Pero terminó con la hipótesis del golpe militar. Menem tenía mucho poder y se arriesgó a firmar el perdón de esos procesados, algo que discute la mitad de la biblioteca.
Alberto ha dicho que un perdón a procesados debería darlo el Congreso con una ley. Pero que él podía cerrar juicios a procesados como Cristina. Lo hizo José Félix Uriburu con Hipólito Yrigoyen en 1932 y Juan Perón con Ricardo Balbín en 1951. Firmar un perdón a Cristina la mostraría como presunta inocente y presunta culpable, pero la dejaría herida para nuevas aventuras políticas. También el público no peronista le cobraría ese costo a Alberto. Gerald Ford necesitaba sacarse de encima a Richard Nixon después del Watergate y lo indultó, pese al costo que tuvo: perder la reelección con Jimmy Carter en 1977. En febrero de este año el nuevo presidente de Bolivia Luis Arce promovió un indulto a Evo Morales y a más de un millar de sus “hermanos” y “compañeros”.
(De la columna “Sergio Massa arrinconado, Daniel Gollán levanta perfil y el paso a paso de las PASO”, en Avant Premiere de Clarín de hoy – https://clar.in/3vLj5tZ?fromRef=twitter)