Hoy, la coalición opositora busca resetear, bajo nuevas luces y circunstancias, la misma estrategia que en 2015. Consiste en avanzar en la negociación de las listas de candidatos a legisladores nacionales, y que esas listas lleven en la categoría de presidente y vice a quienes quieran. Es lo que ha acordado Larreta con Morales y Carrió. Resta sumar al macrismo ortodoxo para lograr lo que tuvieron en 2015.
En aquella convención, la UCR aprobó dejar afuera a Massa y el reconocimiento de la UCR como miembro pleno de la coalición de Cambiemos. Era para llegar a una PASO que demostrase que podría haber menos de 10 puntos en la disputa en segunda vuelta contra la fórmula del peronismo (Scioli-Zannini). También esa convención, en el art. 2° de la resolución que aprobó, reconocía la naturaleza federal del partido, y autorizaba a que la UCR pudiera admitir y contener, en provincias y municipios, las “realidades locales”.
Eso permitió que el radicalismo (que había marginado al massismo de la disputa presidencial), fuera aliado, por ejemplo, de Cornejo en Mendoza o de Morales en Jujuy. Fue un esfuerzo de los radicales. Costaba mucho. Muchísimo. El PRO no quería ceder su ancho de espadas que era Macri. Quería que solo los propios en cada provincia pudieran llevarlo. Y que los radicales solo pudieran llevarlo a Sanz o a Carrió.
Obviamente Sanz se opuso, a riesgo de sacar el 4% que sacó en las PASO, pero el objetivo era otro. Era lograr que, habiendo arreglado legisladores, los gobernadores e intendentes radicales pudieran crecer. Finalmente, el PRO -cuenta Sanz- cedió ante los radicales. A partir de allí se puede verificar el crecimiento de la UCR desde la crisis de 2001. Solo en la provincia de Buenos Aires pasaron de tener 12 intendentes a tener 38.
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Y ojo con las Fantasías de movilero, que ignoran que la gente ya sabe qué va a votar, que los grandes bloques electorales se mantienen estables de elección en elección, y que la clave es simple: el que se divide pierde, en la Argentina del balotaje del 45%. El resto es literatura inspirada en realidades electorales de otros países, en donde rigen instituciones como el voto voluntario o hábitos como el swinging vote, que por acá son mugrones que nunca florecen.
(De la columna “El blindaje de Cristina Kirchner, riesgo K por Elisa Carrió y el lanzamiento de Horacio Rodríguez Larreta” – Avant Premiere, en Clarín de hoyhttps://clar.in/3Klmj0N?fromRef=twitter)