El entorno presidencial precipitó la salida inmediata de Martín Lousteau de la embajada en los Estados Unidos. Eso ahondó la tensión hacia adentro del gobierno por el portazo del economista, que repitió un gesto que aprendió de chico para hacer política: manejar los tiempos de entrada y salida. Cuando le dio el portazo como ministro de Economía a Cristina de Kirchner, quien le debe nada menos que la resolución 125 que le costó una derrota histórica al kirchnerismo, hizo lo mismo. Cuando nadie lo esperaba, envió un pliego de quejas a la prensa y presentó la renuncia por sorpresa.
Esta vez hizo lo mismo. Mauricio Macri escuchó sus argumentos para irse y ser candidato en la Capital. Mantuvo una charla amable con el renunciante, quien le ofreció quedarse el tiempo que fuera necesario en el cargo. Por ejemplo, hasta después de la visita a Donald Trump. El presidente le agradeció el gesto y derivaron la charla a otros asuntos.
Ese clima duró poco. La canciller Susana Malcorra endureció el gesto porque Lousteau no le había avisado antes a ella que se iba. Un desaire del embajador, que entendió que el cargo se lo debía sólo a Macri. Ese enojo tuvo el respaldo de Marcos Peña, que estuvo presente en la charla con el presidente y se sorprendió también con el portazo. Eso motivó la corrida informativa de la tarde del martes, que insistió en que la renuncia se le aceptaba en el acto y que dejaría el cargo en los próximos días.
No costa que Macri se haya plegado a esa actitud agria hacia el renunciante. Prefiere ponerse, por ahora, por encima de esas peleas de entorno. Ya se ocupará, en su momento, de atenderlo a Lousteau por el desaire de renunciarle por sorpresa. Sabe que más allá de las pretensiones electorales, que entiende no van contra él sino a favor, en el gesto de Lousteau hay una crítica a algunas decisiones del Macri. Alguno le ha acercado, incluso, la idea de que el economista cree ver un deterioro del gobierno, y que con la salida quiere cubrirse de las consecuencias.
Por la tarde, Lousteau mantuvo una reunión con el ministro Francisco Cabrera, para informarle sobre el estado de las relaciones comerciales con Estados Unidos. La cartera de Producción es la que administra la participación del país en el U.S.-Argentina Commercial Dialogue, una oficina permanente de negociaciones entre los dos países. Cabrera se enteró en esa reunión que Lousteau dejará de inmediato el cargo. Por ahora será reemplazado por el diplomático que lo secunda en Washington.
Varios funcionarios del gobierno porteño criticaron a Lousteau por haber renunciado. No porque crean que les hace un daño sino porque es la prueba de que los someterá a una dura pelea. No tienen ningún candidato de peso que le gane fácilmente a Lousteau una PASO – si la hubiera – ni las generales. Eso los mueve a presionar a Elisa Carrió a que sea candidata en la Capital. La jefa de la Coalición Cívica hasta ahora parece anotada en la provincia de Buenos Aires.
Sobre todos los protagonistas pesan decisiones cruciales: el Pro porteño debe resolver si irá a la pelea contra Lousteau, o buscar alguna conciliación. Implicará crear Cambiemos y darle al economista la candidatura, en una lista negociada con la UCR y otras fuerzas como el socialismo de Roy Cortina.
También debe resolver Carrió si va a la pelea en Capital contra Losteau. Si ocurre eso potenciará el cisma en el oficialismo.
En esas decisiones intervendrá Macri, que ayer fue enfático en la reunión de gabinete en pedirles a los ministros que actúen con convicción. “Ya les he pedido que tienen que trabajar con convicción, porque la gente no tiene por qué soportar a un gobierno”, les dijo. Fue cuando los funcionarios discutieron sobre la marcha del sábado pasado y la huelga de mañana. Los llamó a no agrandarse por el éxito, al opinar sobre las concentraciones pro gobierno del fin de semana. También a no intimidarse por el paro de mañana. En esa misma reunión, Nicolás Dujovne adelantó los datos del blanqueo que hizo público por la tarde junto a Peña y Alberto Abad.