Debilitar al oficialismo en diputados con el anuncio de la partida de Monzó es hacerse un daño en el momento más delicado.
La oposición del peronismo unificado repite la misma operación de diciembre de 2016: bombazo al déficit bajo tormenta de opinión púlica. Ayer ganancias, hoy tarifas.
Ocurre en el momento menos indicado para despachar guerras de palacio
- La salida de Marcos Peña a contar por TV que Emilio Monzó dejará la presidencia de la cámara de Diputados le creó al gobierno un problema en el momento menos oportuno. En las minucias – que son las que importan en política -, debió intervenir Mauricio Macri para aclararle a su amigo Ramón Puerta que Monzó efectivamente querría ser embajador, pero que pidió ir a Portugal, no a España. “- Ya viste como son…” fue el comentario de los dos sobre la conducta de terceros que no son amigos. Hubiera sido raro que Macri reemplazase a un amigo como el misionero para poner a alguien que no es amigo y que además le da el portazo en el momento menos indicado. Y más que lo prometiese en un momento cuando nadie le puede prometer nada a nadie. El futuro es tan irreal como la eternidad (Octavio Paz). Más raro es que Macri castigue a un Monzó que ha hecho una faena eficaz como presidente de la cámara, aislado de la mesa de las decisiones.
- La cámara de Diputados es una olla de presión en la que la oposición intenta forzar una sesión especial para imponerle al gobierno una baja de las tarifas. Con eso busca hacerle un daño terminal a sus finanzas del gobierno en la secuencia de tarifas-déficit-deuda. Es el mismo desafió que el peronismo unificado le planteó en 2016. En aquella oportunidad todos los peronismos, del massismo al cristinismo, pasando por los disidentes de Diego Bossio, aprobaron un proyecto de baja del impuesto a las ganancias que iba más allá de las previsiones del oficialismo. Ocurrió bajo una presión de la opinión pública tan tormentosa como la que hoy se vive con las tarifas. Debieron intervenir los gobernadores en el Senado para dar vuelta aquel proyecto que era un bombazo a las finanzas de la Nación, pero también – como ahora -de las provincias.
- Monzó forma parte de la brigada que tiene que evitar esa sesión especial echando mano de todos los recursos que tiene, El principal es su buena relación con el peronismo del acto Massa-Randazzo-Bossio, etc. Ahora que le han puesto fecha de vencimiento, queda sin energía ni autoridad, para la misión en la que están comprometidos los caciques del oficialismo – Mario Negri de la UCR, Nicolás Massot del Pro y Elisa Carrió de la Coalición, que opera desde la 5a avenida de Nueva York, adonde ayer le sacó una foto una turista que recorría la gran Manzana. Devaluado, Monzó tendrá que ocuparse de que le sirvan el café y le atienda el teléfono.
- ¿Quiso Peña descabellar – para decirlo en jerga taurina -a su adversario Monzó? Éste viene repitiendo en conversaciones a puertas cerradas, desde hace más de un año, que está molesto porque lo han dejado afuera de las mesas de las decisiones y que no puede estar en tan alta jerarquía de la política sin poder hacer política. Si quiso hacerlo, Peña le produce un daño a su propio gobierno. Si no fue su intención, el gesto entra en la teoría de los actos propios – no se puede argumentar la propia torpeza.
- La noticia de Monzó embajador circulaba ya hace una semana en el sitio “Un cohete a la luna” que escribe Horacio Verbitsky, que recogió en una nota la trama que viene de la jefatura de gabinete sobre la salida del gabinete de los adversarios de Peña: Monzó, Rogelio Frigerio, Nicolás Massot. Todos rumbo a embajadas.
- Monzó habilitó esa noticia al contar que había estado con Macri y que éste consistió la salida. “- Te entiendo”, le dijo cuando el diputado le presentó su queja sobre el cansancio después de una etapa agotadora. Fue una aceptación de renuncia. “- Hablé, y nadie me dijo que me quedara”, reconoce Monzó ahora. En esa charla, hablaron de una embajada y de un destino: Portugal, sede en la que está hoy Oscar Moscariello, ex legislador demo progresista y ex vicepresidente de Boca. ¿Cuándo? en diciembre del año que viene, pero con una condición de incierto cumplimiento, porque no depende de ninguno de estos actores: que Macri resulte reelegido.
- Esta trama despierta otra que ya ocurrió hace menos de un año. Antes del cierre de candidaturas para las PASO de agosto pasado, la mesa de Peña disparó la noticia de que Carmen Polledo reemplazaría a Massot en el bloque y Diego Santilli a Monzó en la presidencia de la cámara. Éste se ocupó de ir a almorzar a la Cámara para explicarle en persona a Monzó que eso no era cierto. Le cumplió, porque no fue candidato.
- En este turno las cosas cambian. Santilli está en primer mandato como vicejefe de gobierno de la ciudad. Si el año que viene repiten en la fórmula para la reelección junto a Horacio Rodríguez Larreta, cierra la posibilidad de sucederlo en 2023. Debería esperar un turno hasta 2027. Ahora, si se libera la presidencia de la Cámara, podría ser elegido diputado y esperar desde la silla que tiene hoy Monzó para ser el candidato en 2023. Seria además una lección para Monzó que, si se va, desperdicia la oportunidad de ser el tercer cargo en la jerarquía institucional de la Argentina. Podría aprovecharlo para preparar una candidatura a gobernador, pero se enoja porque le sirven café sin azúcar.
- La experiencia dice que, si un funcionario anuncia su salida con tanta anticipación, sólo está precipitando su salida inmediata. Reemplazar a un presidente de un cámara, cargo que dura dos años, es algo tan complejo como designarlo. Es fruto de negociaciones y acuerdos interpartidarios. O sea que no es algo que pueda ocurrir ahora. El resultado de todo es un Monzó más débil a cargo de una cámara en la que partido, que gobierna la Argentina, tiene la primera minoría. Ponerse en ese estado en este momento de la agenda política es una torpeza.