Presupuesto: Los gobernadores, a cobrar
Las provincias sacan provecho, no sólo las del peronismo. La facultad de crear zonas aduaneras en ciudades de frontera fue un pacto entre Massa y el rovirismo misionero. Pero la queja de los demás gobernadores hizo que el art. 123 del proyecto que fue al Senado les permita tener las mismas facilidades de crear unas pequeñas Tierra del Fuego en Formosa, Jujuy y otras comarcas. Del mismo modo, las provincias que reciben dineros del fondo del Tabaco se benefician con la decisión de que se los giren de manera directa, sin intermediaciones. Lo mismo las provincias que reciben dinero de los excedentes de la generación de Salto Grande, Tierra del Fuego, que logró hacer los recortes a la producción del gobierno anterior (la llamada herencia Dujovne).
Massa también consiguió más plata para su hombre en el BICE, José Ignacio de Mendiguren: quien será junto al Banco Nación, que repartirá el 10% del impuesto de estadística, que se detrae para financiar programas de crédito para la inversión. No todo, porque un 40% se lo quedan Economía e Interior para su planilla de la felicidad: un (otro) fondo específico de subsidio, de tasa a asignar en función de criterios regionales y federales. También entró en debate el llamado bloque lavagnista, que integran diputados ligados a la gestión de sus gobernadores -Córdoba, principalmente- por su dependencia de la ayuda federal. La conducción política y la técnica, personalizada en Graciela Camaño y Jorge Sarghini, promovieron un apoyo crítico al proyecto en general. Sujetaron esa moción a que uno de ellos pidiera al Gobierno algún compromiso de reformas y cambios futuros, para resolver problemas estructurales que no se abordan, ni en el presupuesto. No convencieron a los demás integrantes de su bancada. Eso explica que ni Camaño ni Sarghini estuvieran en la sesión. Fueron dos estrellas más que se perdió el último gran escenario del año en la Cámara.
Nada está cerrado para la nueva cúpula del PJ
Estas negociaciones tendrán nuevos equilibrios, que se transmitirán a la nueva cúpula partidaria. Quien no estuviera distraído el miércoles debió mirar la agenda de Jorge Capitanich, que recorrió completo el espinel: 1. Olivos – Alberto; 2. Casa de Gobierno – Wado de Pedro; 3. el Senado – Cristina. Había justificativos de gestión, el principal, llevarse un morral de $ 40 millones para obras de sanidad en la provincia. De esos encuentros salió Capitanich de nuevo en carrera para la presidencia del PJ, ticket hasta ahora atornillado para Alberto Fernández. Nada está cerrado, todo sigue abierto hasta el cierre de listas (únicas) el 16 de noviembre, porque en el peronismo también a seguro se lo llevaron preso, o por lo menos está procesado (risas).
El chaqueño viene de dar un documento en el cual insiste en su idea de que Alberto debe ser el presidente del Frente de Todos, no del PJ, y que el partido tiene que ser modernizado, sacarlo de la calle Matheu, llevarlo a un espacio abierto que albergue debates. Tiene que dejar de ser administrado por lo que llama “una gerontocracia” peronista -roza la crítica etaria a los Gioja y a la misma Cristina, una dirigente otoñal-, en un partido “abierto, dinámico, moderno, plural, democrático con perspectiva internacional”. Wado quiso una traducción y escuchó: 1) acabar con el porteñismo del Gobierno, que acumula los cargos en nativos de la CABA; 2) encontrar algún presidente del PJ que sepa algo más que la actual cúpula. Él, por ejemplo, o alguno de los gobernadores que son la base del apoyo a Alberto.
Le piden más y saca una minuta de “Conducción política”: gobernar no es mandar, es persuadir; es un arte, no sólo una técnica, y hay que administrar las contradicciones desde arriba. ¿Ejemplos? Miren a la oposición, que tiene a Patricia Bullrich haciendo lo que nadie hace, no hay nada parecido en el peronismo que gobierna. En el Senado le preguntan “¿cómo la ves?” Es crítico: ¿Qué hicimos mal? Demoramos el arreglo de la deuda, debió ser con los privados y el FMI en el momento de asumir, dar un shock de credibilidad aprovechando la liquidez de la Argentina, que le dan los dólares informales. ¿Qué era eso? Un blanqueo sin preguntar y permitir que la gente haga negocios con la plata que tiene adentro y afuera del sistema. No se le puede tener miedo a las audacias, porque esto era sencillo: gobierno unido, oposición unida, vamos a un empate; gobierno dividido, oposición unida, perdemos; gobierno unido, oposición desunida, ganamos. No hay sorpresas. Y se volvió al Chaco.
Cambio de guardia en la jabonería de Vieytes
De esos alineamientos forma parte la designación de Ignacio Lamothe como secretario general del Consejo Federal de Inversiones, foro federal que maneja unos $ 10.000 millones al año. Es una rueda auxiliar para proyectos de las provincias ligados a obras públicas, y ayuda a pymes, que administra un directorio de gobernadores. Es un residuo del frondicismo, que lo creó y que ha actuado como la jabonería de Vieytes. Fue sede de la redacción del Plan Trienal de Perón, cuando la manejaba Alberto González Arzac. Albergó el debate de la ley de coparticipación sancionada en 1988, que sigue rigiendo, con desfiguraciones varias.
Se dice fácil, pero el reparto de las rentas entre las provincias y la Nación ha sido motivo de guerras civiles, no solo en la Argentina. En los ’90 era sede de las reuniones de gobernadores con Cavallo; en la crisis del 2001, dio espacio para debates sobre la pesificación y, hay que decirlo, la destitución de Fernando de la Rúa; hasta el año pasado en sus oficinas se hacían las reuniones de la mesa de los 4 del peronismo alternativo -Schiaretti, Pichetto, Urtubey, Massa-. Lamothe parece anotado por el cristinismo extremo, pero sabe repartir porque fue secretario de asuntos municipales de Florencio Randazzo y lo conocen todos. Hereda un imperio casi secreto que montó José Luis Ciacera, que estaba en la repartición desde la dictadura militar, y fue blanqueado como secretario bajo el gobierno de Alfonsín. Un pactista nato, su larga gestión será auditada por Lamothe, aunque todos los gobernadores dieron la venia al nombramiento de una repartición que es casi un estado dentro del estado, y ellos saben bien qué es público y qué es secreto en el CFI. Entre bueyes no hay cornadas.
De la columna “La denuncia de Mauricio Macri, el presupuesto de Sergio Massa y el veto de Martín Guzmán”, Avant Premiere en Clarín de hoy (https://clar.in/3kOXueh?fromRef=twitter)