En el diagnóstico coincidió con Rodríguez en describir la situación del gobierno como fruto de una “anomalía institucional”, en que el poder está fuera de la Casa de Gobierno. Allí está Fernández, que no tiene poder ni despliegue territorial, ni tampoco el consenso dirigencial del partido al que representa. Los desplazamientos de representación son explicables en colectivos horizontalizados por la falta de liderazgos. El peronismo digiere con entuertos el desplazamiento de fuerza de Cristina hacia Alberto. Se lo sindica como un ardid táctico del peronismo para aprovechar en las urnas de 2019 el segmento positivo en la opinión pública -que reconoce el prestigio de ella como jefe del peronismo de Buenos Aires-, pero sin cargar con el peso del segmento negativo de las mismas encuestas. El balance no le alcanzó para ser candidata a presidente. El costo se vuelca sobre el conjunto de la trifecta del poder que integra junto a Alberto (Olivos) y Sergio Massa (Diputados). Estas metáforas del poder – de eso se trata en el fondo – lucen mal porque revelan las entretelas a veces viscosas de las relaciones y los eslabones inconfesables de la política. Los validos han tenido siempre mala fama y sufrieron en todos los tiempos – desde las monarquías hasta los tiempos de hoy. Inés, personaje de Galdós en La Corte de Carlos IV, describía su suerte con crueldad y estilo: “El que sube tanto sin tener mérito es por casualidad, o por mil picardías, o porque los reyes lo quieren así; ¿y qué hacen para tenerse arriba? Engañan a la gente, oprimen al pobre, se enriquecen, venden los destinos y hacen mil trampas. Pero buen pago les da, porque todo el mundo les aborrece y lo que se desean es verles por los suelos”.
(De la columna “La política en tiempos de quinieleros” – Entretelas de la polítrica, en Clarín de hoy https://clar.in/2VQWqyW?fromRef=twitter)