El otro ídolo a quien se acercó Cristina fue Ginés González García. Para despegar de su salida del gabinete, le envió al topo más devoto de su entorno, que viene a equivaler al devoto más topo de todos, para ponerse a disposición del exministro, para lo que guste mandar. Y también para le llegue el sobreentendido de que su renuncia también fue cosa de Olivos. No como en 2007, cuando lo desplazaron del gabinete de Duhalde y de Néstor, por impulso de Alberto, jefe de gabinete – la presidenta era ella. Ya prescribió, como bien sabe Graciela Ocaña, que lo reemplazó. Cae otro producto del marketing, el de la Cristina implacable e inhumana. Con este gesto diríase de ella “Los ricos también aman” (Telenovela). Felipe y Ginés se encontraron hace pocos días en los funerales de Graciela Giannettasio en Florencio Varela. Reflexionaron sobre la vida, el éxito de los regímenes que han afinado la silueta de Ginés. Y sobre fatalidades. Graciela murió en 5 de abril, el mismo día, hace 30 años, que otro vicegobernador de Buenos Aires, como ella. Era Luis Macaya, con quien debutaron en la gestión Felipe y Ginés cuando eran chicos. Ahora son las columnas de Hércules que Cristina cree que la pueden salvar.
(De la columna “La doble jugada de Juan Schiaretti, Daniel Scioli 2023 y la vuelta de Felipe Solá al Instituto Patria” – https://clar.in/3DX00tc?fromRef=twitter)