Es razonable pensar que ella disparó la firma de Cecilia para desbaratar la representación de la cámara en el Consejo, y provocar la parálisis del organismo, para detener y desprestigiar el funcionamiento de la justicia. Pero sería un objetivo con efectos en el largo plazo.
Aun aceptando la nueva integración del consejo, hay un empate de fuerzas que impide que ni oficialismo ni oposición tengan las mayorías para decidir el destino de jueces – designaciones, enjuiciamientos, destituciones, etc.-
Pero llevar a la conducción massista de la cámara a una crisis que puede paralizar el funcionamiento de Diputados, es un objetivo de corto plazo y con efectos directos en la política de hoy. Las diferencias entre Cristina y Massa no son nuevas, pueden haber permanecido disfrazadas detrás de la necesidad de mantener la unidad de este oficialismo.
Pero piensan distinto, tienen orígenes y proyectos diferentes y en algún momento iban a volver a aflorar. ¿Cuándo? En el momento de mayor necesidad de alguna de las partes.
Hoy Cristina está en extrema necesidad de fuerza porque pasa por uno de los momentos de más zozobra en su proyecto público y, quizás, también en la esfera privada. Pero en esta columna no se hace periodismo de la psicología ajena, ese género de diván tan difundido en la prensa militante de todos los colores, y que se entretiene imaginando lo que los protagonistas temen, sueñan, creen o dejan de creer. Cuando seguramente ni ellos mismos saben qué se les pasa por la cabeza.
(De la columna “La devaluación empezó con Massa”, Entretelas de la política, en Clarín de hoy – https://clar.in/3OUV3Xe?fromRef=twitter)