Si la Argentina bajase un poco su nivel de sectarismo – algo que cruza la convivencia política desde sus orígenes – podría darse la oportunidad de un debate entre los pensantes del oficialismo y la oposición. Los dos son economistas con formato políticos; no se tratan ni tienen un pasado de relaciones. Los dos fueron ministros de Economía y tuvieron gravitación central en gobiernos del radicalismo y del peronismo. Hoy tienen oposiciones de contrafrente pero inspiran los movimientos de sus fuerzas políticas. Deberían alguna vez enfrentarse en un debate público; por ahora hay que leerlos y escucharlos porque lo que dicen y escriben marca en buena parte el rumbo de oficialismo y oposición.
Uno es Jesús Rodríguez; el otro Jorge Capitanich. Rodríguez mantiene una conversación entre las tribus de Cambiemos que transcurre por canales muy variados, correspondencias privadas, documentos partidarios y artículos de análisis que difunde entre sus amigos y correligionarios por FB y por alguna página como Nuevos Papeles (antes Escenarios Alternativos). Hoy es miembro del colegio de auditores de la AGN en representación de su partido. Ha sido uno de los ideólogos principales de la alianza Cambiemos, formuló y demostró con éxito la tesis del Partido del Ballotage, que es el eje de la alianza Cambiemos. También es uno de los responsables de la estrategia electoral que llevó a esa alianza al gobierno en las elecciones de 2015. No es seguro que los aliados del Pro lean todo lo que escribe ni oigan lo que dice. No tiene cargos en el Ejecutivo, y por eso no participa de reuniones de coordinación de nada. Pero es el referente intelectual de quienes representan a la UCR en esa liga, principalmente Ernesto Sanz y Mario Negri.
Capitanich es intendente de Resistencia después de ser por dos mandatos gobernador del Chaco, y en el medio Jefe de Gabinete. Antes fue senador nacional y en ese rol ganó el puesto de consigliere de su partido. Ha sido el principal asesor de Cristina de Kirchner en la presidencia y protagonizó el único momento de ese gobierno cuando actuó un equipo económico. Es el inventor, para bien o para mal, de Axel Kicillof. Le dio su primer empleo, escribió un libro con él, lo impuso como ministro de Economía, como condición al aceptar la jefatura de gabinete entre 2013 y 2015. Es un analista obsesivo – lo apodan Coquipedia, por la amplitud de su memoria y de sus intereses – y con el teclado incurre en la funesta manía de escribir. Casi en el límite de la grafomanía, escribió cuatro libros el año pasado, sobre política, economía y asuntos internacionales. Sigue siendo un interlocutor del papa Francisco, que suele consultarlo en largas charlas por teléfono sobre temas locales y también del universo mundo. También habla con Cristina, que lo escucha con una atención que brinda a pocos. Para su comando del club Arsenal hizo las proyecciones del resultado de las PASO del domingo pasado en la provincia de Buenos Aires, con el concurso de su discípulo Kicillof (el resultado al que llegaron no es muy distinto al que se conoce hasta ahora y que nadie cree que modifique el recuento definitivo. Entra y sale de las tribus del peronismo. Es el autor de la idea de que el post cristinismo debe ser un armado de centro izquierda que deje atrás al pejotismo; critica a Cristina porque no ha sabido administrar la salida de su gobierno y también a las tribus del peronismo que creen que su futuro está en un reparto de la gobernabilidad del macrismo. Se mantiene lejos del bloque del Senado de Miguel Pichetto y también de la liga de gobernadores que arbitra en estos días sobre quién será su jefe, Juan Schiaretti o Juan Manuel Urtubey.
También le observó a Cristina, en público y en privado, que no disputase la candidatura a senadora nacional por el PJ con Florencio Randazzo. “Un conductor administra las contradicciones de su movimiento; Cristina no conduce, es la jefa de un sector”, me ha dicho sobre el liderazgo cristinista.
Está entre los peronistas que más respeto le tienen a Macri. Argumenta sobre la precisión de los objetivos que tiene el presidente de Cambiemos y la tenacidad con la que busca concretarlos. Como tiene experiencia en la administración, Capitanich reconoce que Macri maneja los hilos finos de las relaciones con los distintos sectores políticos y económicos, y suele advertir a sus compañeros sobre la inoportunidad de minimizar la capacidad de Macri para gobernar y, de paso, hacerle daño al peronismo. Como todos los dirigentes del interior de esta época, lo conoce bien a Rogelio Frigerio y también a Horacio Rodríguez Larreta, con quienes ha tenido un pasado común en la década de los años ‘90 cuando ocupaban cargos y asesorías en el gobierno de Menem.
Aquí una síntesis de las percepciones de Rodríguez y de Capitanich sobre las elecciones del domingo, según lo que se les escucha y también lo que escriben:
Jesús Rodríguez
Jesús Rodríguez hizo una evaluación de ese resultado en un informe distribuido a su partido que es el documento previo para la reunión que se hará mañana martes en la sede del Comité Nacional. La convocó José Corral a pedido del jefe del interbloque de Cambiemos Mario Negri. Asistirán las autoridades del partido, legisladores y referentes de todos los sectores. El radicalismo entró en efervescencia hace dos semanas cuando Federico Storani, otro de los fundadores de Cambiemos pero que ha tomado distancia de la metodología de la actual directiva del gobierno, lanzó su candidatura a presidente del Comité Nacional, para la renovación de noviembre próximo (hay detalles en El internismo hizo que nadie festeje en serio – http://clar.in/2fVQmA4).
En ese documento, Rodríguez pondera el salto hacia arriba que implica el resultado en beneficio de la UCR dentro de Cambiemos :
- Si se divide el voto por familias políticas, jugaron el domingo cinco opciones:
- Cambiemos obtuvo el 36%, Unidad Ciudadana 21%, el PJ 17%, 1Pais 8% y las distintas opciones contestatarias alcanzaron casi el 6%.
- El gobierno enfrenta en 13 de los 24 distritos una oposición que formó frentes unificados de todos los matices y colores peronistas, que saca una diferencia de quince puntos porcentuales en relación al segundo.
Cambiemos aumenta el caudal de votos obtenidos en las PASO de 2015 en 21 provincias, y se constituye como la primera fuerza en 12 distritos – siete más que los que hoy gobierna. En 2015 Macri triunfó en 9 provincias y pertenecen a su coalición 5 de 24 gobernadores. - Los candidatos de Cambiemos triunfaron en las capitales de 18 provincias, con la excepción de Catamarca, La Rioja, Río Negro, Santiago del Estero y el virtual empate de Formosa.
- Si se repitieran los resultados en la elección de Octubre, la coalición Cambiemos aumenta su contingente legislativo, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado.
- En Diputados, donde se renuevan 40 y se ganan 17, se alcanza un número de 104 legisladores reduciendo de manera sustantiva la distancia con el quórum que es de 129 legisladores.
- En el Senado, en tanto, el resultado de la elección lleva a que el bloque de Cambiemos, alcance el número de 24 integrantes, y que el justicialismo pierda la mayoría calificada de dos tercios de los integrantes del cuerpo y, además, que ningún bloque disponga de quórum propio.
- La UCR, que encabeza las listas de Diputados de Cambiemos en 14 de los 24 distritos, obtiene en la Cámara baja 24 bancas, dos más que las actuales y constituye un bloque de 41 legisladores. Así, el bloque de Cambiemos está integrado por 41 radicales, 50 Pro, 10 de la Coalición Cívica y tres legisladores de otros partidos.
- En el Senado, donde la UCR encabeza la lista en la mitad de los ocho distritos que renuevan sus bancas, el radicalismo agrega 3 senadores a su bloque de 9 integrantes.
- Las evidencias permiten afirmar que el creciente protagonismo radical – en los concejos deliberantes de todos los pueblos y ciudades, además de las legislaturas, el Congreso y la administración- será coronado con dirigentes radicales que seguramente accederán a la gobernación en un número muy relevante de provincias.
Según Rodríguez es oportuno comparar este resultado, mutatis mutandi, con el que tuvo el gobierno de Raúl Alfonsín en las elecciones legislativas de 1985. Logró un gran resultado en apoyo de su programa político y económico, pero no le alcanzó para alcanzar una mayoría legislativa para avanzar en su concreción. Recuerda Rodríguez que el ministro Roque Carranza (Obras Públicas, 1983-1985) hizo un documento en el cual analizó a fondo la situación del Estado y formuló proyectos de reformas de fondo en materia política y económica. El diagnóstico advertía sobre la inviabilidad de un Estado quebrado e incapaz de intervenir con energía para cumplir su rol. Entre las propuestas figuraba avanzar en la complementación del Estado con la actividad privada. Señaló dos empresas en las que era oportuno llamar al capital privado: Somisa y Petroquímica General Mosconi.
Ese documento de Carranza fue la base de las medidas que estudiaron Juan Sourrouille con Adolfo Canitrot para lanzar al año siguiente. Carranza murió en febrero de 1986 y en ese verano comenzaron las manifestaciones del peronismo en la ruta 8 de San Nicolás contra las reformas de Somisa. Fue el nacimiento a la fama, sonríe Jesús, de José María Díaz Bancalari, quien era intendente de esa ciudad, sede de la acería que privatizaría una década más tarde el gobierno peronista de Menem.
“Ahí terminó todo, porque el peronismo se embanderó con Somisa como símbolo de la soberanía. Y nuestro gobierno no tenía los votos para llevar adelante esas reformas”, dice Rodríguez.
Este cuento lo usa Rodríguez para ilustrar el paralelismo de aquella Argentina heredada del proceso militar, con la que Cambiemos recibió de la era duhaldo-kirchnerista. Para superar la crisis del Estado inviable de hoy, el gobierno necesita avanzar en reformas de fondo, que deben mejorar en número, y calidad del apoyo legislativo. “Cualquiera de los déficit que tomés tiene un mismo rostro, que es el déficit previsional. El déficit del presupuesto, el de la deuda entre la Nación y las provincias, el del comercio, tienen todos una sola cara, que es el gasto previsional que se lleva la mayor cantidad. Para superar eso hay que hacer una reforma previsional”, me explicó. No avanzó en el tipo de reforma porque el interés de la charla estaba centrado en el resultado electoral de las PASO, y el avance que significa en cuanto a alcanzar el apoyo parlamentario que necesita el gobierno. Es optimista con vistas al resultado de octubre para que tenga éxito el experimento de Cambiemos.
Jorge Capitanich
Capitanich entiende que Cambiemos ha logrado los tres objetivos que se planteó como estrategia, y que el marketing intenta ocultar en su crudeza: 1) mantener el apoyo legislativo en los mismos niveles que el resultado de octubre de 2015 – algo en lo que coincide Rodrṕiguez – para bloquear un eventual juicio político a Macri y sostener el veto para leyes inconvenientes que pueda votar el Congreso; 2) extender su poder territorial consolidando el control sobre distritos propios y avanzando en aquellos en donde Cambiemos no gobierna; y 3) achicar la gravitación de la UCR dentro de la alianza Cambiemos para mantener control sobre la agenda del gobierno. En esto disiente con lo que expresa el documento de Rodríguez, que afirma que el radicalismo ha ampliado su fuerza hacia adentro de Cambiemos y también hacia afuera.
Capitanich sostiene en sus últimos escritos que la novedad de Macri como primer presidente no radical ni peronista desde la vigencia de la ley Sáenz Peña – que cumplió un siglo en año pasado – tiene un complemento también novedoso. Desde 1916 todos los gobiernos ensayaron formatos de coalición con fuerzas que les ayudaron a ganar elecciones, pero siempre tuvieron un signo de centro-izquierda, populistas, diríamos hoy. La novedad de Cambiemos, en el lenguaje de Capitanich, es que se apoya en la franja de la centro-derecha moderada. Éste fue el debate en Gualeguaychú que definió la alianza con el Pro y nadie más. En esa convención se enfrentaron el sector de Ricardo Alfonsín y sus socios, como Julio Cobos, que no hacían ascos a una alianza también con el kirchnerismo disidente de Sergio Massa. Se impuso el ala de Sanz, que acentuó el sesgo conservador de la alianza con el Pro. Esta disidencia es la que ahora aflora en el debate previo a la renovación del comité nacional de la UCR, que exhibe dos alas del partido resignificadas. Hoy los dos jefes de bloque que se enfrentaban en Gualeguaychú, Federico Storani y Rafael Pascual, están en la misma vereda crítica de Cambiemos.
Este escenario fuerza al peronismo a definirse como un partido de centro-izquierda en los términos del post marxismo. Es un formato que supera a la izquierda tradicional, y se pega a la nueva izquierda, hoy resignificada como “populismo”, según el modelo de los gobiernos terceristas de la región de la primera década del siglo XXI. Es difícil para el peronismo, un movimiento fundado por un militar admirador de Mussolini, desde un gobierno militar, y que se calificó siempre como un conservador, que encuentre algún lugar a la izquierda del dial. Puede imaginarlo, sin embargo, porque la izquierda clásica ha desaparecido en las dos últimas décadas, y los restos de su prestigio los usurpó el peronismo kirchnerista, para hacer pasar su agenda en los centros urbanos, que históricamente han rechazado al peronismo. El llamado kirchnerismo le dio poder y cargos a grupos de la ex izquierda que no tenían votos. En algún momento habrá que analizar esa malversación de la confianza del votante, sólo posible en un sistema de voto obligatorio.
La izquierda con la que sueña Capitanich no impugna ni a la economía de mercado ni el derecho de propiedad. Se parece más a un socialismo de estado, con economía autárquica, modelo del ciclo Duhalde-Kirchner, que libra batalla al “neoliberalismo” económico y a los “neocons”, que representan las modalidades de la nueva política. Simplificando, sería una nueva versión del nacionalismo para proteger a los empresarios “patriotas” de los efectos de la globalización.
La prueba de esa necesidad la muestra Capitanich en las PASO nacionales en su provincia. El peronismo, cuando él fue candidato, ganó elecciones por altísimo porcentaje de votos, porque se sostenía con una alianza que iba del partido de Ricardo López Murphy a fracciones del trotskismo. En este turno, la alianza del PJ del Chaco que negociaron Capitanich y el gobernador Domingo Peppo, apartó a todas las fracciones de izquierda. “Eso nos ha costado perder diez puntos en votos. El peronismo sigue ganando, pero pierde los votos de esa coalición que teníamos con la izquierda”. ¿Por qué ocurre eso? Porque Peppo tiene que gobernar en consonancia con el gobierno nacional, que le pide ciertos sacrificios como éste de achicar la base de la alianza que gobierna el Chaco. Esto demuestra, según Capitanich, la necesidad de que el peronismo viaje hacia la izquierda. No es seguro que la encuentre. Es una aventura tan incierta como que perdure en el tiempo la de Cambiemos, juntando a radicales, conservadores Pro, peronistas disidentes y a Elisa Carrió.