Hubo jarana radical esta noche en la embajada de Chile para acompañarlo a Alfredo Cornejo y a otra militante, Susana Malcorra. El gobernador y la ex canciller recibieron la orden de O’Higgins de mano del saliente embajador José Antonio Viera Gallo. Lo acompañó casi un comité partidario: Jesús Rodríguez, Facundo Suárez Lastra, Atilio Benedetti, Marcelo Bassani, Diego Barovero, Luis Petri, Claudia Najul, Diego Mestre, Luis Borsani, Carlos Foradori, Alfonso Prat de Gay, Carolina Estebarena y otros. En ese recinto hubo exaltación de la figura del ministro de Salud Adolfo Rubinstein, como el héroe del nuevo contrato con proveedores de remedios, -con una baja de $ 1.500 millones- en la compra que el Estado hace para la atención de enfermos de alta complejidad y baja frecuencia. Un experimento que cumple con la consigna oficial de mostrarle al público realizaciones que lo exhiban combatiendo al capital, y cuyo resultado obliga a Rubinstein a repetir la faena. Este mes vence el convenio del Estado – PAMI más obras sociales que integran el frente comprador de remedios en grandes escalas – para el resto de los remedios, que se usan por millones, y no los de la lista corta de este primer contrato. El gobierno les ha pedido a los proveedores que firmen contratos con una baja promedio del 30% de todos los precios. Por cierto, que corcovean, porque comparan lo suyo con las paritarias, que reconocen un 15% de aumento de arrancada.
Foto: Federico Zamarbide, Diego Barovero, Omar Avendaño, Mario Scholz, Alfonso Prat Gay, Diego Mestre y Luis Borsani.
MACRI GRADUAL
Este asunto de los remedios les gusta a los radicales, porque siempre han pisado fuerte en el área salud. La leyenda reconoce en el médico salteño Arturo Oñativia a su propio Ramón Carrillo. Fue el ministro de Aturo Illia, y sacó una ley de medicamentos que la historia chica dice motivó el golpe de estado de Juan Carlos Onganía en 1966. Illia siempre decía que el golpe se fraguó en Suiza, sede de las multinacionales de los remedios. En 2015 los radicales estuvieron a punto de poner al primer ministro de Salud de Macri, José Cano, pero los sectores de la industria lograron tumbarlo. Ahora está Rubinstein, que es el mascarón de proa de esta nueva pelea que se desarrolla en varias sedes. Una es Olivos, adonde Macri recibió hace algunas semanas a representantes de la industria y conversaron sobre precios altos, y de lo más importante: el destino de la actividad si se firma el acuerdo Mercosur-Unión-europea, con la aceptación de las normas de la OCDE. Esto implicaría la aceptación de los acuerdos internacionales de reconocimiento y pago por patentes de remedios, que en la Argentina es un sistema elástico.
LOPETEGUI: HACEME SHOCK
La reunión fue pacífica, pero ese ánimo gradualista no prosperó en otras conversaciones. La otra sede de negociación es la jefatura de gabinete, donde el asunto remedios está a cargo del vicejefe Gustavo Lopetegui, al estar Mario Quintana – que tiene el despacho al lado suyo – inhibido de opinar, por sus relaciones con el sector cuando estaba en la actividad privada. Lopetegui lidera la línea dura que pide el descuento del 30%, sin el gradualismo que piden los empresarios para adaptarse a un mundo nuevo: no hay peronismo en el gobierno, y hay acuerdos internacionales que la Argentina acepta. Por eso piden, como la Susana de antaño: Haceme shock. La prueba de gradualismo se rendirá en las próximas semanas, cundo se discuta el final del nuevo acuerdo porque el actual vence. Como en todo, hay propósitos de buen gobierno, pero también de proselitismo. En el rango de las autocríticas, el gobierno revisa todo lo que hizo con los viejitos: desde la reparación histórica -un mal negocio fiscal para el gobierno- a la reforma previsional, que también está a prueba hasta fin de año, para saber si las jubilaciones aumentarán o no más que la inflación. Carrió condiciona su permanencia en Cambiemos a que eso ocurra en diciembre, al final del año.
MAL CLIMA PARA OTROS DNU: CONVERGENCIA VA AL CONGRESO
El arco opositor que se juntó para afeitar la reforma de ganancias y la reforma electoral en 2016, y les puso el corsé a las reformas financieras del año pasado, quiere un escarmiento: votar las tres leyes en las que dividió el DNU desregulador, pero además derogar el ese decretazo de enero para humillar la firma presidencial. Esa norma fue tratada por la comisión respectiva, está empatado 8 a 8 y desempata el senador Luis Naidenhoff. Está a punto de caramelo para que pase al recinto, en un momento de debilidad del oficialismo. Si ocurre y lo rechazan, se cae todo, porque Miguel Pichetto dijo que, si lo rechaza Diputados, el Senado hará lo mismo en el acto. Un escarmiento temido y que explica que en las últimas semanas el gobierno decidiera que el decreto de la convergencia de medios de comunicación – norma cuyas cláusulas transitorias de 2 años para ciertos negocios se vencen en estos días – no salga por DNU, sino que vaya, fatal, al Congreso.