En la Argentina de la intransigencia, Alberto Fernández tiene una sola coincidencia con la oposición: Daniel Rafecas. Si imaginase alguna vía de acercamiento, debería echar mano de esa coincidencia.
La renuncia de Elena Highton a la Suprema Corte de Justicia le pone nueva luz a la aparición de Rafecas en el despacho del ministro de Justicia Martín Soria la semana pasada. Es el nominado del Presidente para el cargo de Procurador de la Nación y tiene el apoyo – renovado varias veces – para ese cargo de un sector de la oposición. ¿Puede abrir crédito ese acuerdo político para que Rafecas pueda ser exaltado a la Suprema Corte?
Es un capital vacante que, sobre la mesa, abre a posibilidades que no son quiméricas. Y que tienen antecedentes. El gobierno de la Alianza intentó en 1999 juntar en el Senado los 2/3 necesarios para designarlo a Raúl Zaffaroni como Defensor General de la Nación. El defensor que venía de la gestión Menem era Miguel Ángel Romero, permaneció en el cargo y no liberó la vacante para Zaffaroni, pese a qué había logrado el consenso de los senadores para los 2/3. Como consuelo, Fernando de la Rúa lo nombró a Zaffaroni en el INADI.
En julio de 2003, Néstor Kirchner, con las firmas de Alberto Fernández y Gustavo Béliz, enviaron el pliego de Zaffaroni al Senado para ocupar, esta vez, una silla en la Suprema Corte de Justicia. No le costó mucho alcanzar el acuerdo, porque ese mismo Senado le había dado, antes, la luz verde para el cargo de Defensor. Le renovaron la cursada, para decirlo en términos académicos, como ahora podría la oposición renovarle el crédito la oposición a Rafecas para cubrir una crisis más seria que la de la procuración, como es una vacante en la Corte.
Agrava los efectos de este martes negro para el oficialismo la crisis que brota en la justicia el anuncio de Highton. Como si no bastase el baldazo que significa que haya fracasado en reunir el quórum en Diputados. (https://zuletasintecho.com/2021/10/05/martes-negro-la-oposicion-le-tumbo-la-sesion-al-oficialismo/)
Highton es el único eslabón que tiene Fernández con una Corte a la que eligió como adversario político. Es consecuencia de su empecinamiento en ganarse enemigos, cuando su mejor negocio sería sumar amigos. Le sobran adversarios en la propia casa.
La salida de la jueza es consecuencia del revés en el tribunal que significó la elección de Horacio Rosatti como presidente, un desaire para el gobierno, que alentó la nominación de Ricardo Lorenzetti.
La salida de Highton blinda más la nueva mayoría que construyeron Rosatti con Carlos Rozenkrantz y Juan Carlos Maqueda, porque lo aísla más Lorenzetti.
Al gobierno lo expone a una crisis que tiene el deber formal de enmendar. Alberto Fernández tiene ya abierta una disidencia sobre quién debe ser designado Procurador de la Nación, otro cargo que requiere acuerdo del Senado con los 2/3 de los votos, como ocurre con la Corte. Con la Defensoría de la Nación, ya son tres las vacantes.
Si hubiera un gobierno con capacidad de negociación, es un paquete ideal para lograr acuerdos con la oposición.
Sobre la reunión de Soria con Rafecas, algunos antecedentes:
El fotógrafo de Soria citó a Rafecas
En el espectro Vaporeso se incluye la foto que distribuyó el ministro de Justicia junto a Daniel Rafecas, el candidato nonato del Ejecutivo a la Procuración. Era una cita capciosa, para mostrarle refacciones a la sede del Juzgado 6, que fue de Rodolfo Canicoba Corral, y que atenderá Rafecas durante algunos meses en un santuario de la Argentina sospechosa, el edificio Barolo.
Proyecta sombras dantescas y también albergó alguna célula de espías que hizo leyenda -el “grupo Barolo”- porque se le atribuía, durante otro turno peronista, un servicio postal de ensobramiento de periodistas. Tintineos de antaño.
Ese juzgado atiende la causa AMIA, la misma que le valió una “fatwa” de los ayatolas a Canicoba y a Nisman por pedir la captura de presuntos responsables del atentado a la AMIA. La coreografía da para la especulación: Rafecas era el invitado de Soria, de Juan Martín Mena… y del fotógrafo del ministerio. No le hablaron del tema que lo tiene bajo los faroles hace dos años: la propuesta a la Procuración que hizo Alberto Fernández y que el cristinismo del Senado mantiene pisada. Pero se ocuparon de viralizar la fotografía.
No es la peste ni la Procuración ni el etiquetado: es el poder
La visita de Rafecas la promovió la Cristina pos-PASO para explotar la contradicción ajena. Rafecas no recibió ninguna alusión a los trámites de designación, que prevén un largo turno de audiencias, que llevará este caso más allá de las elecciones de noviembre. En la lenta maceración de Rafecas cayó la ministro Losardo y asumió Soria. Este vino a empujar una reforma de la Procuración que no ha tenido ni tendrá votos.
La foto con Soria es el primer gesto, avalado por Cristina, después de que la oposición pidiese durante todo el año que se tratase la propuesta de Rafecas. Para éstos era una manera de: 1) exacerbar la disidencia entre Cristina y Alberto, sobre la base de la fantasía de que son distintos; 2) sostener el mal menor, porque consideran que es mejor Rafecas que otros candidatos.
¿Qué hará la oposición, juguetean en el Senado peronista? El método Vaporeso está en su máxima expresión en un país que no termina de deshacer los protocolos y las restricciones, sin vuelos disponibles y con una normalidad afectada, tanto que es una de las causas de la derrota electoral del oficialismo en las PASO. No era la procuración, era el poder. No era la peste, era el poder. No era el etiquetado, era el poder, estúpido. Eso es ampliación de derechos, no lo que tenemos en casa.
(De la columna Proyecto amargo para Juan Manzur, Cristina Kirchner presencial y el superclásico de la política – https://clar.in/3FbdxO2?fromRef=twitter, Avant Premiere, en Clarín de ayer)
Foto principal: Martín Soria y Daniel Rafecas en el despacho del ministerio de Justicia