Desmontar los grandes escenarios que asustan al público moderado va de la mano de tareas de plomería para controlar el voto. En la Argentina se abrirán el 19 de noviembre 108.111 mesas en algo más de 12 mil escuelas. Es una confrontación 1 a 1, una circunstancia que pone en riesgo la piedra angular de la eficacia del sistema electoral, que es la existencia de controles cruzados en cada mesa.
En una elección de rutina, el voto de cada fuerza lo controlan los propios y los fiscales de los competidores. Pero cuando hay dos jugadores y uno de ellos se queda sin fiscal, se despierta el demonio del fraude. Más cuando las dos fuerzas han aprendido del trumpismo y el bolsonarismo que la herramienta más eficaz contra el adversario es la deslegitimación.
Ese manual de la deslegitimación prevé la denuncia de fraude y negar los resultados. A Trump le funcionó. Un 70% de los votantes republicanos de su país creen que ganó las elecciones de 2020 y que Biden es un presidente fraudulento. Lo mismo hizo en Brasil Jair Bolsonaro, cuyos asesores asisten al candidato Milei.
Los mensajes anónimos que reclaman fraude en las elecciones del 22 de octubre se los atribuyen a operadores de LLA.
Cristina de Kirchner al abrirse del turno electoral diciéndose proscripta por una condena judicial, disparó otro ángulo de la deslegitimación.
Cualquier presidente que gane el 19 de noviembre recibirá el mensaje de descalificación porque a ella no la dejaron competir. El contexto de esta maniobra es el vaticino de la vicepresidente, que tiene ya dos años, de que el gobierno al que pertenece perderá las elecciones por haber firmado un acuerdo con el FMI.
Cambiaron la ideología por el negocio
El hielo delgado puede hundir a cualquiera porque el ballotage ha modificado la agenda de los candidatos. Massa y Milei han pasado de representar a su electorado de PASO y primera vuelta, a adoptar una agenda de emergencia. Milei para acercarse a Macri, su padrino. Massa para alejarse de Cristina, su madrina.
Deshuesaron sus programas para quedarse sólo con el rechazo del otro. Quienes veían en ellos un compromiso de ideas se quedaron de meros testigos.
En política los actos se justifican por la ideología o por el negocio. Los candidatos de este ballotage han elegido disputar por el negocio y dejar la ideología para otro momento. El objetivo es ganar el gobierno. Después veremos con qué objetivo.
Es la condena de los políticos débiles. Ponderan su gobernabilidad antes que las ideas, los proyectos y en especial los mandatos electorales, que son la clave del sistema democrático. Los arrastra un maquiavelismo de almacenero, con respeto a tan noble y ancestral oficio, que es también una ciencia: ¿para qué me sirven las ideas si pierdo el gobierno?
(De la columna “A la final, pisando hielo delgado” – , Entretelas de la política, en Clarín de hoy -www.clarin.com/economia/final-pisando-hielo-delgado_0_srvR63qzqc.html?fromRef=twitter)