Macri se quejaba en la reunión de la mesa de Cambiemos que “no somos noticia”. Patricia Bullrich completaba: “Nosotros somos el cambio, pero a la gente la arrastra este chico”. Respuesta: “Si es así, revisemos qué estamos haciendo nosotros”.
Es indemostrable que la campaña de Javier Milei tenga como respaldo al oficialismo. Pero es demostrable que le sirve al gobierno dibujar, para sus escaramuzas, un mapa en donde Cambiemos es la derecha y ellos la izquierda.
“Y -dicen estos desde la platea- miran como la derecha se pelea y como se cagan entre ellos”. Ayuda el estilo “Pato”, que hace cosas de peronistas en un partido más bien gorila. Lo preside, pero es una cuentapropista que no debe explicarle nada a nadie. Es su activo más sólido; le permitió ser la ministro de más prestigio del gabinete de Macri.
La burguesía valora a los librepensadores. No tiene comité detrás ante quien rendirle cuenta, es ella sola y su celular, con el que hace política por whatsapp, como hay cantaores por bulería o martinete redoblao (guglee usted, que es curioso).
Sus posicionamientos prescriben a las 24 horas, en la lógica del terreno que disputa con Milei– el área de cobertura del cable en programas de 2 puntos de rating. También en política, el mundo es ancho y ajeno (título de la obra maestra del peruano Ciro Alegría). Y cierro, para que no se enojen en un partido al que le falta humor: no es Carrió quien quiere, sino quien puede.
La unidad pendiente en la oposición
El oficialismo festeja también las inquinas internas que separan a los caciques de la oposición. La semana que comienza puede ser clave para que Gerardo Morales logre completar su hegemonía en la UCR.
Avanzó algo el miércoles, después de la reunión de la Mesa de Juntos por el Cambio, en la negociación para que los bloques de Diputados del partido se unifiquen. El radicalismo del ala Yacobitti-Lousteau se comprometió a que el bloque de Rodrigo de Loredo, que nunca se unió al mayoritario de Mario Negri, aceptaría la unidad.
Esa promesa fue a cambio de un reparto de responsabilidades en la cúpula del partido, que permitió que Morales fuera elegido por consenso. Lousteau albergó el miércoles, en sus oficinas de la avenida Rivadavia, una audiencia de conciliación con Morales, a quien acompañaron Ernesto Sanz y Gustavo Valdés.
Se sentaron enfrente Lousteau, Yacobitti y Daniel Angelici, que reclamaron más tiempo y participación en la integración de la cúpula de la Convención del partido que se reunirá el 27 de mayo. Morales lleva como candidato a presidente al hermanísimo Gastón Manes, prueba de vida de Facundo. Es un compromiso con la dirigencia del partido de Buenos Aires, uno de los ejes del armado nacional.
Morales acordó una nueva reunión para la próxima semana, de la que espera surja la unificación de los bloques de diputados. No se engaña: la división beneficia a los disidentes. Les da poder –siendo minoría– para negociar en la cámara ante el oficialismo, y también participar de la mesa de conducción de Juntos por el Cambio.
Son, además, socios de Larreta en el gobierno porteño, en la administración y también en las candidaturas 2023. Unificarse detrás de Morales es un botín muy valioso. El sector tiene posiciones importantes en Córdoba, de donde son De Loredo y Luis Juez, contradictores de Negri, jefe del bloque mayoritario y que, además, tiene el control del partido en esa provincia. Negri es socio de Morales en esta pelea. Se muestran juntos cuando pueden. Este sábado subirán al escenario de la reunión nacional de la Juventud Radical en La Plata.
(De la columna “La Argentina bajo la lupa por la crisis global”, Entretelas de la política, en Clarín de hoy – https://clar.in/39ubOYT?fromRef=twitter”)